domingo, 26 de febrero de 2017

En el bosque * Jose Lupia




Miro hacia arriba buscando cielo.
Hay ramas.
Brazos de gigantes entrelazados
formando una enramada espesa.

Luna y estrellas no existen en la noche del bosque.

*

Yo salgo de mi cuerpo para verme.

Trepo hasta las ramas más altas
de los árboles más viejos,
casi flotando,
como una sombra,
aunque no soy una sombra,
soy yo fuera de mi cuerpo,
saliendo de mi cuerpo para verme,
ahí abajo,
en el medio del círculo perfecto de abedules,
acurrucado como un niño atravesando una noche larga.

*

El viento acerca el trinar de algunos pájaros.
Son silbidos ahogados
que escucho desde arriba.
También, intuyo, desde abajo,
entre el musgo y los hongos,
mirando el techo sin cielo,
la espesura de mil hojas superpuestas.

No sé si trinan los pájaros,
o si el viento...


*

A la noche, no hay otros en el bosque.
A la noche, el bosque es un cuerpo que respira.

*
Escucho gritos.
Vienen desde abajo.
Desesperan.
Reconozco mi voz pidiendo ayuda,
el crepitar de mis pies entre el follaje.



Mis ojos me interpelan:
¿Por qué no lo ayudo?

*

El viento juega entre las copas de los árboles,
me recuerda que estoy vivo.
Sonrío.
Soy un rey insensible
mirando desde arriba.

Lo compadezco.

Él piensa que está vivo.
Allá arriba.
Entre las ramas más altas
de los árboles más viejos.
El aire no lo roza,
lo atraviesa,
como a las sombras,
aunque no sea una sombra…

*

Sin dejar nunca la sonrisa,
va a caer desde lo alto.
Entre las nieblas de la noche del bosque
envuelto en su fragancia narcótica,
va a caer como un muerto.

*

Su cuerpo va a fundirse con el mío.
Un cuerpo muerto.
Un cuerpo enfermo.
Fundidos.
Juntos.

Buscando,
en el medio del círculo perfecto de abedules,
sobre el suelo crujiente,
bajo la enramada espesa,

un poco de cielo.




José Lupia, 2016.



Alamos negros, Karin Godnic

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