INSTANTE
DE CAMBIO
Salir
era buscar una llave y abrir la puerta.
Acostarse,
desvestirnos y a la cama.
Dormir,
cerrar los ojos a una hora y despertar ocho después, renovados.
Todo
fluía. Teníamos tiempo hasta para aburrirnos.
De
repente, la expectativa de nueve meses pasada a momento real. El
nacimiento de nuestra hija, de un cañonazo maternal que corrió del
centro nuestras existencias. Mi mujer en el segundo después de los
dolores, su cuerpo en estado de milagro y naturaleza. Yo con disfraz
quirúrgico y actitud de sobreprotección desde el minuto cero.
Esperando en vano una oleada de sentimientos parecidos a los de ella.
Con una alegría de mar subterráneo. Un tránsito de médicos y
enfermeras que no eran parte de la fiesta y de familiares que sí.
Salir
es lo posterior a juntar una pila de cosas que las manos no pueden
abarcar. En un tiempo que va entre los cuarenta minutos y las dos
horas.
Acostarse,
chequear todas las eventualidades nocturnas y caer derrumbados tras
un rato muy largo.
Dormir,
escuchar la respiración de la beba y las interrupciones de una
cáscara de sueño para que coma.
La
vida, un permanente rally.
No
nos aburrimos nunca más.
Federico
Castro Walker
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.
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