jueves, 11 de junio de 2015

En busca del Quiwwi - Débora R. (13 años)

Capítulo 3

El avión despegó sin problemas. Ethan se mareó un poco y recé para que no vomitara. Yo por mi parte estaba aterrada. Les tenía miedo desde que mi abuelo había muerto en uno nueve años atrás.
Wally entró en la habitación y dijo que podíamos ir a nuestros cuartos. Salimos al pasillo. Dos baños de mujeres y dos de hombres y las habitaciones también divididas por género y enfrentadas. La cabina estaba al frente.
Caminé por el pasillo y entré en el segundo cuarto a la izquierda. Mi habitación era muy simple: un asiento reclinable como cama, un escritorio con cajones muy bonito y una cajonera. Lo más extraño era que mi valija estaba ahí junto a un reproductor de música con varios CD.
Abrí mi valija y puse mi ropa en la cajonera. Cuando terminé, alguien tocó la puerta. Muy similar a la escotilla que podés encontrar en un barco, hice rodar el pequeño volante hacia la derecha y empujé. La puerta golpeó a Zack, por lo que le pedí disculpas. Zack hizo un ademán con la mano indicando que no le importaba y enseguida señaló la puerta del comedor. Nos dirijimos hacia ahí. Era la misma habitación donde habíamos hecho el despegue, sólo que ahora había una mesa, y las sillas, antes ubicadas en fila, ahora estaban alrededor de la mesa.
Sentí un cabezazo en la espalda, por lo que me dí vuelta: Lita, algo molesta, se frotaba la cabeza por el golpe. Nos sentamos. El silencio invadió la sala. Emma entró y le hizo un gesto a Lita. Era evidente la expresión de duda en su rostro. Se levantó y caminó hacia la puerta donde se encontraba Emma. Herty entró, lo siguieron los demás.
Ethan preguntó: ─ ¿Y Lita?
─La llamó Emma─ respondió Zack.
Miré a Zack, su voz era como de lider, inspiraba y no daba señal de mentira.
Recordé aquel día... Con 13 años empezaba a ir a la secundaria. Estabamos en una de las primeras formaciones cuando ví a Zack. Estaba discutiendo con alguien sobre la matanza de insectos. Mientras me convencía de que no matara bichos, ya que eran seres vivos que no nos habían hecho nada malo. Hasta hoy lo único que mato son bichos que entran en el baño o en la cocina.
─Hey, la comida está lista ─dijo Lita con guiso entre manos. Reí por lo bajo, la idea de verla cocinando me resultaba bastante graciosa. Lita tenía el pelo teñido de un negro azulado. Su melena le llegaba hasta la mitad de la espalda. El único accesorio que tenía en el pelo era el broche de calavera. Llevaba un vestido negro con detalles rojos, botas violeta oscuro y unos guantes de red. Su piel era pálida y tenía puestos unos lentes de contacto rojos. Como ven, una gótica total. Lita puso la olla en el medio de la mesa. Emma dejó los platos y los vasos. Nos repartimos todo, y ya se imaginarán lo que pasó después.



Débora R. (13 años), texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.

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