miércoles, 1 de abril de 2015

Minuto de Terror - Jonatan Calafat


Al caminar pegado al enorme muro de ladrillo que lo rodeaba, emergían por encima de su cabeza colosales cruces, ángeles y guardianes, en vigilia de los muertos prósperos de la ciudad.
Una le llamó la atención casi arribando a la segunda esquina.
Debajo de las plantas de los pies de un ángel atribulado, se alzaba una fastuosa bóveda, sobresaliente aun del vasto muro que encerraba el cementerio.
Sostenido por las maños pequeñas de la figura que coronaba semejante responso, una cruz descabezada en su estipe, se acuñaba al abrigo del ángel.
La mirada al firmamento parecía rogar no ser olvidado.
Dobló en la esquina, en un espacio de un minuto, estaba ya parado frente al ingreso trasero del cementerio.
Aquí no había patíbulo, sino solo una reja oxidada de no más de un metro de ancho, que yacía humillada por la inmensidad de la fortificación. Se tomó de los bastiones herrumbrosos que la sostenían e introdujo parte de su rostro para ver mejor. Revisó primero a la derecha, no había más que sosiego y roció. Al volver la vista un chirrido le llamó la atención. Sacó su rostro, aprestó su oreja y se dispuso a intentar percibir el sonido lejano. Parecía, una risa histriónica venir de algún rincón del cementerio.
Era él.
Advirtió otro sonido, pero distinto del que hacia instantes había percibido. Miró a sus espaldas, para ver si alguien en la cuadra lo estaba observando.
Parecía que no.
Regresó la vista al camino de cerámicas vainillas que oficiaba de calle entre los descansos y lo vio pasar, espectral y funesto entre dos bóvedas.


Jonatan Calafat.

Fragmento Piso 13. Vista al cementerio

Terri Ann Foss

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